Con el permiso de © K. Eggenstein: 'El Profeta Lorber anuncia las catástrofes venideras y la autentica cristiandad

Kurt Eggenstein

Algunas comparaciones entre la Nueva Revelación y las hipótesis científicas

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   La Nueva Revelación confirma algunos resultados de la investigación crítica bíblica, particularmente los cambios efectuados en los Evangelios por hombres de la Iglesia. Pero la crítica bíblica se extralimitó en sus especulaciones.
    Hay acuerdo, por ejemplo: "cuando E. Hirsch sostiene que el Evangelio de Lucas ha sufrido continuamente omisiones, suplementos y alteraciones". Cuando Lucas dice (San Lucas, 1, 1), que "él ha ordenado y verificado todos los sucesos desde el principio", la Nueva Revelación confirma su celo. Pero no le fue posible comprobar la veracidad de sus testigos. Así la Nueva Revelación nos hace saber ... "no se puede hablar de comprobación..." (Gr XI, pág. 277). Hoy día los teólogos católicos no dudan de que Lucas cambió a sabiendas algunos hechos. Paillard reprocha Lucas de cambios arbitrarios de datos cronológicos y de errores en datos topográficos. Ireneo, Origenes, Eusebio y Jerónimo refieren que durante los primeros siglos, que "Mateo escribió su Evangelio para los hebreos..., para los fieles convertidos del judaísmo... antes de marchar de viaje". Esto corresponde -como ya citamos- a los hechos. En la Epístola a los Colosenses (4, 14) Pablo escribe: "...os saluda Lucas, el médico...". De este dato se dedujo sin más, que se trataba de Lucas el evangelista. Pero de la Nueva Revelación aprendemos que se trata de una falsa interpretación. Se confirma en cambio, la leyenda, según la cual Lucas era pintor. Hasta qué punto la opinión de los investigadores ha sido influenciada por la fantasía, lo demuestran las siguientes opiniones contrastantes.
    Sin ningún fundamento, Paillard llega a manifestar: "El vocabulario de Lucas demuestra sus profundos conocimientos de médico, que se basan en Hipócrates, Disokorides y otras autoridades". Otros teólogos refutan esta hipótesis categóricamente. "Según la antigua tradición eelesiástica del siglo II", se lee en el libro Sachkunde Religión, "que el autor, el médico, fue un compañero de viaje de Pablo. Pero este autor ni tiene cultura médica, ni conoce bien la teología de Pablo".
    La Nueva Revelación da la razón a la citada obra y afirma: "Únicamente la tradición eclesiástica del siglo II (Ireneo, Canon Murator) cita el nombre de Lucas, lo define como médico y lo identifica como compañero de viaje de Pablo. Desde el punto de vista histórico no debemos dar demasiado crédito a citas de este tipo". Desde hace doscientos años se barajan diversas hipótesis acerca del papel del evangelista Marcos, en comparación con los otros sinópticos. Los Evangelios de Mateo y Lucas contienen numerosos perícopes que también se encuentran en Marcos; los investigadores suponen que el Evangelio de Marcos es la base y que los otros evangelistas copiaron de él. En el siglo pasado D. Fr. Strauss Wrede y F. Chr. Baur se opusieron a esta hipótesis, sosteniendo que no fueron Lucas y Mateo los que copiaron, sino todo lo contrario, que Marcos copió de ellos. En cambio, otros ven en Marcos un "desconocido cristiano-pagano" que desconocía Palestina, no siendo testigo ocular. Arthur Drews sostiene la tesis radical: Mareos sacó todas sus narraciones del Antiguo Testamento y con la ayuda de las estrellas les puso mucha fantasía". Dado que Drews niega la existencia de Jesús, debió llegar a esta conclusión. Si volvemos a las antiguas fuentes cristianas encontramos a Papia, el obispo de Hierápolis (muerto en 120 d.C.), quien dice que Marcos era el intérprete de Pedro. Él mismo tuvo noticias de ello a través del presbítero Juan.
    Eusebio, el más antiguo escritor eclesiástico, refiere que Clemente de Roma sabía que Marcos escribía su Evangelio en vida de Pedro. Ireneo y Papias (siglo II) en cambio sostienen que él escribió su Evangelio después de la muerte de Pedro. De todas estas opiniones divergentes puede deducirse que no puede darse demasiado crédito a la tradición. La Nueva Revelación nos dice que Marcos era hijo de Pedro y que escribió su Evangelio independientemente de los otros. No necesitaba copiar. Es justo preguntar: ¿cómo llegó a escribir tan vivamente?
    Marcos relata con exactitud detalles que demuestran su conocimiento de Galilea. Describe cómo la multitud congregada para ver las curaciones milagrosas impidió que un paralítico pudiera ser llevado a la casa donde se hallaba Jesús. "Así que fue destruida la azotea, abriendo un boquete para bajar la camilla." (Marcos 2, 4). La Nueva Revelación describe las cabañas (no se puede hablar de casas) cuyos techos eran de caña y podían ser fácilmente levantados. Los críticos bíblicos del siglo XX suponen que se trata de una traducción errónea. Seguramente pensarían en el hormigón armado; un autor opina que se debía escribir: "y le llevaron al tejado".
    Hablando del Evangelio de Marcos debemos volver brevemente al evangelista Mateo por estar relacionados ambos, Se dijo que el evangelista Mateo marchó a la India. En su viaje llegó a una ciudad "llamada Babilonia, no la antigua Babilonia situada lejos de esta ciudad, y convertida en un montón de escombros". (Gr X 162, 2).
    Mateo entabló buenas relaciones con el rey de aquel país, pero no pudo anunciar el Evangelio a causa de la influencia que ejercían las castas de sacerdotes. "Siete años más tarde llegaron Pedro y su hijo Marcos, que fueron bien recibidos por el rey." (Gr X 1615). El rey advirtió a Pedro de la malicia de los sacerdotes de Baal. "Por algún tiempo Pedro se abstuvo (de proclamar la doctrina de Jesús, el autor), porque se lo aconsejó su hijo y ayudante Marcos..., años más tarde Pedro se marchó de la ciudad y curó enfermos..." (Gr X 1612, 9-10). Cayó en una emboscada, "los sacerdotes le prendieron, le quitaron sus ropas y le colgaron por sus pies en un árbol seco de Mirto". (Gr X 161, 15).
    A continuación viene una información notable: "Os comunico dónde y cómo el primer apóstol terminó su vida terrena. No en Roma, ni tampoco en Jerusalén, sino en la nueva ciudad de Babilonia, la que más tarde recibiría el nombre de Bagdad" (Gr X 161, 246).
    Esto concuerda con la primera Carta de san Pedro (I, 5, 13), donde leemos: "Os saluda la iglesia de Babilonia, elegida como vosotros, y Marcos, mi hijo".
    A pesar de que la Iglesia Católica exigía creer literalmente lo escrito en las Sagradas Escrituras, en este curso, y por razones obvias, permitió una interpretación de Roma por Babilonia.
    Los investigadores independientes se ocuparon en aclarar este problema y llegaron a la conclusión de que Pedro jamás estuvo en Roma, tal como lo aprendemos de la Nueva Revelación.


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